La (Tu) libertad para elegir

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Foto by Manuel Morillo (@fotosyemocion)

Definitivamente no me gusta la gente que vive siendo y sintiéndose víctima, ni siquiera me gusto a mí misma cuando me descubro haciéndome la mártir.

Y no me gusta porque siempre puedes elegir cómo vivir,  en serio, siempre puedes elegir: puedes vivir como víctima, utilizando el pasado como una excusa para no hacer nada en el presente, para quedarte parado, estático, quieto, quejándote de la triste vida que te ha tocado vivir, buscando culpables del cómo te sientes, “del cómo te hacen sentir”…

En éstos últimos años he conocido a muchos “mártires”, quejosos de la situación que les ha tocado vivir con el trabajo, gente a la que las empresas se las rifaban y que de un día para otro se vieron, sin trabajo, sin actividad diaria, sin su modus vivendi… muchos víctimas de esta sociedad, de esta economía globalizada, de los recortes y la mal llamada, flexibilidad, víctimas de empresas sin piedad y de jefes sin alma ni principios.

Personas que pasaron de ser pájaros y de volar en las atalayas más altas, a ser criaturas con alas pero incapaces de levantarlas y  de volar de nuevo, criaturas que se conformaron con andar a ras de suelo, arrastrándose en muchas ocasiones…

Y lo peor es que no se han parado a pensar que malgastan su vida en rencores y en “vivir” sus planes sin objetivos; viven una vida sin guion, viven a merced de lo que el destino les quiera deparar, malviven a merced del viento que sopla en cada momento.

Y no hay nada peor que vivir diciendo a todo “Sí”cuando quieren decir “No”: No a un trabajo que no les gusta, No a una persona que no les aporta nada, No a una empresa que no va de la mano de sus principios y valores, No a un jefe que exige siempre con el látigo en la mano y que no les respeta, No a un proyecto que va a demandarles mucho más tiempo del que él o ella están dispuestos a emplear, aun a sabiendas, de que éste será el primer paso para salir del pozo y empezar a ver la luz, esa luz que se ha convertido en el gris constante de sus vida.

Seguro que conoces bien ese gris, seguro que más de una vez te has sentido víctima (¿o debería decir, te has hecho la víctima?),  más de una vez has vivido como tal y has esperado la aprobación ajena como único consuelo a tus males. En serio, seguro que más de una vez, te has sorprendido quejándote de tu «mala suerte en la vida». Y que conste que no seré yo la que exponga el texto de este post como un consejo, ni tan siquiera como una recomendación, ¡Dios me libre! Éstas líneas no son más que reflexiones personales, porque como os decía arriba, también yo me he descubierto a mi misma como una víctima, ahí, quieta, estática, sin actuar, buscando culpables a mi situación y viendo la vida pasar, vamos malviviendo y ¡sin asumir mi responsabilidad! Porque ésto no es vida, ésto es ver la película desde fuera, sin asumir tu papel, sin ser el protagonista, sin disfrutar de los sinsabores de esta experiencia.

Por supuesto, cada situación y cada persona es un mundo, además hay situaciones, como por ejemplo, la falta de trabajo que son demoledoras para quién las sufre… estamos de acuerdo, pero, y si en vez de tomárnoslo como el final, lo vivimos como una vivencia más, cómo otra etapa de la vida que nos toca superar.

Vivir como una víctima o vivir como un guerrero

Llegados a este punto me gustaría contaros una historia real, una historia que me toca de cerca, y que conozco de primera mano, la historia de alguien que pudo escribir su final y decidió escribir un nuevo comienzo (personal, pero sobre todo, profesionalmente). Nadie dijo que fuera fácil ni inmediato, pero él tenía que intentarlo.

Ésta es la historia de alguien que vio como su castillo se derrumbaba en cuestión de segundos, alguien que vio como sus planes de vida se venían abajo a la velocidad de un pestañeo y en una carretera cualquiera, pero que decidió vivir  el resto de su vida como un guerrero y no como una víctima.

Tenía un futuro profesional prometedor, su ascenso sólo era cuestión de tiempo, su constancia, su esfuerzo, sus ganas por hacer las cosas de una forma diferente, todas sus aportaciones, tendrían, en poco tiempo una merecida recompensa.

Pero, la vida, que te da y te quita sin preguntar, le puso una zancadilla justo cuando faltaban sólo unos días para que naciera su primer hijo.

Después de esto, vino el paso por muchos quirófanos, muchas horas de rehabilitación, muchos especialistas, mucho dolor físico, pero sobre todo, mucho dolor emocional, muchas renuncias y, por fin, mucha toma de consciencia.

Y fue entonces cuando tuvo que volver a aprender, porque lo que ya sabía, no le valía para su nueva vida, había perdido el control de su existencia, pero no culpó a nadie por ello, ni siquiera a él mismo, prefirió buscar su propia responsabilidad y cambiar el rumbo del destino, ese que le había querido gastar una mala pasada.

Pudo haber sido, pero no  lo fue, así que no malgastó sus energías en lamentos, quejas y lloros… y prefirió buscar alternativas.

Hoy día, dirige el «Proyecto Ángeles Custodios»  un proyecto de ayuda y orientación psicológica y gratuita a través de las redes sociales al colectivo de la policía nacional. En este proyecto ha decidido (re)-invertir su vida, su nueva vida, ayudando y  tendiendo la mano a otr@s. (Te invito a visitar su web, seguro que no te dejará indiferente)

Dejar de vivir como víctima y elegir el camino del “Guerrero”, no sólo es la más grande, sino la única decisión auténtica que un ser humano puede tomar. El resto, no son decisiones; son las cosas que una vida sin control nos va empujando a hacer, es dejarse vapulear por el viento, sin aplomar nuestros pies.

Ser Guerrero, igual que ser víctima, es siempre una Decisión. Es quizá, la única libertad posible concedida al ser humano.

Por eso, cuando escucho a alguien quejarse, lamentarse y lamerse continuamente sus heridas, pero no hacer nada por buscar curación a éstas, me vuelvo y le pregunto: ¿Y qué podrías tú hacer para cambiar tu situación? o mejor, ¿Qué estás haciendo por cambiar ésto que tan poco te gusta?

«No podemos elegir nuestras circunstancias externas pero SIEMPRE podemos elegir cómo responder a ellas» Epicteto